Mi experiencia vehiculística

Cuando llegué al fundo Santa Cruz tenía 12 años, al interior de Quilleco, un pueblo pequeño que está ubicado a 35 km de la ciudad de Los Angeles VIII región. Pendejo santiaguino que no tenía idea de lo que significaba vivir en el campo.
El primer golpe fue el camino al colegio, 5 kilometros a pie, salia a las 7:00 am de la casa con una escarcha de 5 cm, como dice un amigo fue atróz, o como se escriba.
Bueno pero lo que quiero contar se trata de como aprendí a manejar, con 13 años un señor que transportaba la arena y estabilizado para arreglar los caminos del fundo, Me dijo: " Así que querís aprender a manejar? Ya aquí esta la primera segunda etc, toma el camión" Y me lo pasó así de buena tela.
El manubrio tenia media vuelta de juego, o sea tenías que empezar a doblar muy anticipado para no pasar de largo en las curvas, a pesar de ser un poco viejo era muy rápido, los frenos te paraban en seco, y su tipico olor a bencina en la cabina.
A esa edad no cuesta mucho aprender lo único que deseas es manejar. Pasé susto un día que me lo prestó cargado, el peso de la carga me movía el Viking rojo de lado a lado,`pero no quería renunciar, el puente Canta rana era mi prueba de fuego, lograr achuntarle. Suerte para el profe y para mi, le dí.
Don Segundo.. que gran recuerdo, son esos tipos bonachones de tu niñez, que nunca olvidas.
Después se acercó la época de siembras y llegaron los tractores del Seam, empresa que se dedicaba a trabajar los campos con sus grandes tractores traidos de Rusia, los Zeta. Eran muy grandes, tenían cabina y 14 velocidades o cambios. Bueno había que invertir en terminar el curso, le comencé a llevar frutas del mismo fundo a los choferes, unas pocas conversaciones y me preguntaban:
-Sabis manejar?
-Si mas o menos, don Segundo me prestaba el camión. (con cierto orgullo)
-Ahhh o sea ya sabis algo?
-Si
-Ya entonces yo te lo paso, pero que no se den cuenta los otros choferes por que si no me pueden sapear.
Cuando ya estaba por terminar la época de siembras, mi segundo profe, dormía a la sombra de un roble, y yo feliz rastreando en su Zeta.